Llevo más o menos un mes recibiendo propaganda electoral en mi buzón. De entre las cosas raras y/o graciosas que se suelen recibir, una carta del friki xenófobo ese de Vic que pretende erradicar razas ajenas, la participación de Carmen de Mairena en un partido que promete un aeropuerto para Ovnis y plantaciones de marihuna en las rotondas de los barrios, y por último, lo más gracioso, 3 cartas del PP. Que digo yo, ¿para qué tantas? No sé si debe haber sido algún tipo de error, aunque cada una era diferente de la anterior. Pero si con la primera no tenía intención de votarles, molestarme con más bombardeo ha hecho que... mmmm... siguiera teniendo la misma poca intención de hacerlo.
El caso es que ayer aprovechando la tarde libre me propuse informarme concienzudamente de las propuestas de cada partido. Estas cosas hay que hacerlas bien. Si quieres votar en unas elecciones, puedes hacerlo a pito-pito, al que mejor que te caiga, el que votes siempre, o al que te parezca más guay. Eso, o informarte detenidamente e intentar elegir por matices.
Después de un rato indagando y encontrando cosas bastante curiosas, como una aplicación con la que al contestar unas preguntas te dice con qué partido se representan más y mejor tus ideas, en plan, te lo damos mascadito y triturado para que tampoco tengas que leer y cansarte demasiado para elegir. Después de todo eso, llegué a una conclusión: voy a votar a X. Y dormí tranquila.
Pero al despertarme el caos ha vuelto a reinar en mi cabeza. X, no es la mejor solución. De hecho, ni siquiera es una solución. Realmente no entiendo el sentido de ir a votar cuando ya sabemos hace tiempo que CiU ganará las elecciones (como siempre ha hecho). La única duda es la de saber si con mayoría, o sin ella. El problema a la hora de elegir viene con qué tipo de incompetentes pactará si no la consiguen. Y ahí ya no se puede hacer nada.
Me encuentro en el dilema de pensar que por cada cosa positiva que saco de una propuesta electoral por cada partido, saco otras 5 en contra. Y luego se quejan y reniegan del abstencionismo. A mí frente a toda esta parafernalia se me quitan las ganas de pasarme por el colegio. Pero no lo haré. Iré. Y a día de hoy, a la hora actual, todavía no he decidido qué votaré.
El caso es que ayer aprovechando la tarde libre me propuse informarme concienzudamente de las propuestas de cada partido. Estas cosas hay que hacerlas bien. Si quieres votar en unas elecciones, puedes hacerlo a pito-pito, al que mejor que te caiga, el que votes siempre, o al que te parezca más guay. Eso, o informarte detenidamente e intentar elegir por matices.
Después de un rato indagando y encontrando cosas bastante curiosas, como una aplicación con la que al contestar unas preguntas te dice con qué partido se representan más y mejor tus ideas, en plan, te lo damos mascadito y triturado para que tampoco tengas que leer y cansarte demasiado para elegir. Después de todo eso, llegué a una conclusión: voy a votar a X. Y dormí tranquila.
Pero al despertarme el caos ha vuelto a reinar en mi cabeza. X, no es la mejor solución. De hecho, ni siquiera es una solución. Realmente no entiendo el sentido de ir a votar cuando ya sabemos hace tiempo que CiU ganará las elecciones (como siempre ha hecho). La única duda es la de saber si con mayoría, o sin ella. El problema a la hora de elegir viene con qué tipo de incompetentes pactará si no la consiguen. Y ahí ya no se puede hacer nada.
Me encuentro en el dilema de pensar que por cada cosa positiva que saco de una propuesta electoral por cada partido, saco otras 5 en contra. Y luego se quejan y reniegan del abstencionismo. A mí frente a toda esta parafernalia se me quitan las ganas de pasarme por el colegio. Pero no lo haré. Iré. Y a día de hoy, a la hora actual, todavía no he decidido qué votaré.
Aunque estoy dejando de verlo tan negro. Quizás, más bien, todo lo contrario.