sábado, 12 de septiembre de 2020

No odio a nadie

 Hace años escribí un post en este blog insinuando que odiaba a una cantante. En el post desarrollaba una teoría, algo agresiva y poco compasiva, sobre lo poco que me gustaba que las mujeres en foco mediático ocultaran su homosexualidad. Hablaba de esa cantante, pero también de muchas otras personas conocidas por la sociedad. Analizándolo ahora con más perspectiva, y más teniendo en cuenta en el contexto de edad y momento de vida difícil en el que me encontraba (luchando en mi propio desarrollo de persona fuera del armario) veo que simplemente era un lenguaje provocativo que me ayudaba a reafirmarme, pero en ningún caso he creído nunca que nadie tuviera que llevar ninguna bandera para hacerme la vida más fácil a mí. 

 

Pero era mi blog y mi forma de hablar, y nadie tenía permiso para entrar al debate. Era mi forma de estar sola borracha en la barra de un bar, vomitando cualquier mierda que me pasara por la cabeza. Ilusa de mí, el poder de Google hizo su magia, y me regaló más de 500 comentarios en forma de insultos hacia mí y a toda mi família, con múltiples deseos de muertes dolorosas varias, ya que el famoso buscador devolvía mi entrada dentro de sus primeras 10 páginas cuando buscabas el nombre de esta persona. Os podéis imaginar el espectáculo (parecido a lo que pasa actualmente a cada cinco minutos en twitter).

 

Me pregunto quién genera más odio, aquellos que lo intentan provocar, o aquellos que lo atienden y lo alimentan.  


Ah, por cierto, la entrada famosa la he eliminado. No quiero ser troll involuntario, ni crear más trolls odiadores de trolls. Nunca he odiado a nadie. Ni a los que odiaban mi odio.

Poesía de bolsa de patatas

 Atravesar, como agujas en algodón, uno a uno los centímetros que conforman la superficie de tu piel, con las ganas de hacerlo. Oler la distancia que nos separa o ver el tiempo que aún nos queda. Sentir que regresas aunque no te hayas ido.

Puedo frustarme por no tener nada que decir, nada que aportar, nada que ser. O puedo tener una nueva oportunidad de instalar sistema operativo, aprender, desarrollar, madurar.

Puedo seguir escribiendo para mí y seguir aburriéndome a mí misma. O puedo escribirte a ti. O a ellos.

Las cosas bien hechas al final siempre tienen recompensa. Y hacerlas o no hacerlas bien, depende ti. Tú dependes de ti. Tú que te quitas los límites, también te los puedes poner.

Falta humildad, falta confianza. Sobra compasión. Al fin y al cabo, ¿a quién tienes que convencer de nada?

domingo, 19 de abril de 2020

Impaciencia

¿Cuánto es un tiempo de espera prudencial o suficiente antes de que se considere normal o sano el perder la paciencia? ¿Cuándo está bien o es saludable claudicar? ¿Cuál es una buena forma o formal de perder los papeles? ¿Por qué sentir impaciencia nos hace sentir errados o insatisfechos? ¿Se puede tener paciencia eternamente sólo por no caer en la impaciencia?

Mantener los nervios es un auténtico arte, un logro de la inteligencia emocional. Ser capaz de contener la necesidad de obtener resultados de forma inmediata, sobre todo cuando estos no dependen de ti, es la redención del espíritu y el alma. Es la calma, la paz y es el poder de controlar la situación por encima de los límites. Es lo que nos ofrece la racionalidad y lo que nos convierte en seres diferentes. Incluso a unos por encima de otros, en la misma especie.

Pero, ¿qué pasa cuando la paciencia se pide, no para contener la necesidad del resultado inmediato, si no para mantenerlo duradero en el tiempo de una forma probablemente infinita? ¿Qué pasa cuando no hay posibilidad real de que vaya a haber nunca un resultado?

Supongo que lo lógico y sano es no esperar un resultado. Abandonar la posibilidad y centrar tus expectativas en otras cosas sí posibles. Apartar aquello que no podemos controlar y nos crea frustración, para poder seguir controlando nuestros impulsos más perjudiciales.

Y esto, que parece tan lógico y tan básico, a veces nos cuesta mucho ponerlo en práctica cuando hablamos de la influencia directa de otras personas. Y más, cuando ya habíamos decidido en otros momentos de la vida apartarlas de nuestro día a día. Igual porque también es necesario apartarlas de nuestro mes a mes. Y si hace falta, apartarse de un grupo más grande que por otras circunstancias, aún nos une. O apartar a esa persona de él, pensándolo más retorcida  y egoístamente.

Eso, o encontrar el punto medio por sobrevivir con los demás, intentando eso sí, no perder la paciencia. Hasta que un día te hartes y vuelvas a preguntarte, ¿cuánto es un tiempo prudencial de espera, antes de perder la paciencia?

sábado, 1 de febrero de 2020

Alegría mínima

Porque la vida es un contínuo de situaciones y barreras que superar. Porque nunca estamos suficientemente preparados para afrontar todo lo que nos espera y nos deparan los cambios.

Porque sólo tenemos la certeza del ahora y la seguridad de estar aquí presentes.

Y porque cada paso adelante, viene tarde o temprano con dos hacia atrás. Porque la vida más que un contínuo avance, es una lucha por evitar retroceder.

lunes, 6 de enero de 2020

Pena máxima

Dejadme tirar los penalties. Miradme en cuanto el árbitro pite, buscando la paz en la tensión.
Ved como sonrío y como alejo cualquier posibilidad de fallar. Sentid la alegría del gol antes de que chute.

Notad la confianza y la seguridad, notad la experiencia y la sabiduría.

Ignorad como tengo por dentro las mismas dudas que tendría cualquiera.

Dejadme que os lo haga ignorar. Lo que pase luego, sea lo que sea, será mi victoria.