domingo, 24 de enero de 2010

Cierre temporal

Pues eso, que cierro el chiringuito, en principio, por un tiempo.

El motivo es curioso porque no es que me haya cansado de escribir; me he cansado de que me lean.

Nos vemos retratados en los retretes. Salud familia.

Algo me aleja de ti

Con el tiempo, igual que con la gravedad, todo, todo, todo, todo, todo, todo, todo acaba cayendo. Y en consecuencia, sabiéndose.

Pusiste en el crucigrama la P de poema... puñal.

viernes, 22 de enero de 2010

Quiero ser tu groupie

Quiero ser tu groupie y seguirte por el mundo entero. Quiero pisar el mismo suelo por el que tú pases y respirar el mismo aire.

Quiero tocar las sábanas en las que duermes, y que ellas me toquen a mí.

Quiero meterme a escondidas en tu cuarto y esperarte desnuda dentro de tu cama.

Quiero perseguirte a escondidas sin que me veas por todos los lugares que frecuentes, quiero espiar a la gente que te conoce y odiarlos internamente.

Quiero entrar en todos los sitios que hayas estado y mirar con recelo lo que hayas tocado.

Quiero recoger las colillas que tires al suelo para poder fumarme tu saliva.

Quiero relamer los cubiertos, platos y vasos que hayas usado y sentarme en cada water que hayas cagado.

Quiero olisquear tu ropa y restregarla por cada centímetro de mi piel, sientiendo como si hubieses pasado horas abrazándome.

Quiero ser la alfombra roja que pisas o el paraguas dorado que te tapa. Quiero ser tu condón usado. Quiero ser tu larva.

Quiero tener un aborto tuyo.*

Quiero mirarte por las mañanas y obligarte a no salir de la cama. A tocarme a oscuras. A mirarme en bragas.

Quiero ser tu tiempo, tu parada.

Quiero ser tu groupie y de buena gana que me pidas cada noche que te cante una balada. Que me escribas cosas bonitas, que me reces y me partas.

Quiero morirme a tu lado cuando ya no nos queden más ganas, aunque si por si acaso decides no seguirme, quiero matarte primero y asegurarme que no me engañas.

Quiero beberme la sangre que brote de tus preciosos ojos mientras te dejo sin aire.

Quiero ser tu groupie porque nuestra historia es perfecta, y porque el amor es eterno.
Y porque aunque tú no lo entiendas, ambos arderemos en el infierno.


* Cita: C. Palahniuk.

Esta entrada se la dedico a Skizoo. La entrada en sí, no las cosas que digo, no te asustes. Nunca te hice el análisis de las canciones de Marilyn Manson que te prometí, pero esto es lo más parecido que se me ha ocurrido con el tema "Matemos al romanticismo".
Ahora si quieres ya sabes, afina la eléctrica y ponle música. Llegaríamos lejos.
Quiero ser tu torniquete, baby.

martes, 19 de enero de 2010

No puedo caminar porque me fui andando a buscar un campo de fútbol sala

Y lo encontré. Y de hecho, sí puedo caminar. Pero con lo que llovía podía haberme caído y haberme roto algo.

Las tentaciones son humanas y ceder a ellas es muy trascendente. Tanto, que igual una vez entras luego ya no puedes salir de ellas.

Es curioso como puede cambiar tu vida cuando te propones que lo haga. Cuando quieres realmente algo, algo que igual has querido siempre, pero que ya habías asumido que nunca serías capaz de hacer.

Aquel día tuve la tentación de correr porque creía que eso solucionaría mis problemas. ¿Y sabes qué? Lo hizo en gran parte. Ahora siempre que tengo algo angustiándome me calzo las deportivas. Aunque como supongo que os imagináis, esto simplemente es una metáfora. Que ya no estamos para según que trotes...

Mañana igual tengo la tentación de dejarlo todo y dedicarme a otra cosa. O igual me da por buscar una pista de tenis. O un club de amigos del ajedrez. Mañana igual me da por quedarme en la cama sin moverme hasta que mis problemas hayan vuelto. Qué más da, y qué fácil es hablar ahora que te crees capaz de ganarte a la luna con dos copas y cuatro palabras. Algún día bajaré de mi nube, pero de mientras, seguiré impartiendo clases.

Ahora que ya sé donde está el campo de fútbol sala sólo me queda una pregunta, ¿jugamos?

lunes, 18 de enero de 2010

Alea jacta est

En esta pequeña, absurda, insignificante pero bella vida que nos ha tocado vivir, a veces hay que tomar decisiones arriesgadas. Lo aprendes desde pequeño cuando juegas al monopoly y empiezas a hipotecarte a base de hoteles en calles caras. Algunas veces salía bien, y otras caías rápidamente en bancarrota, pero tenías que jugártela para evitar que el juego se volviera monótono y aburrido.

Vale, no voy a engañar a nadie, no me voy a tirar el rollo. Yo era de las que nunca ponía hoteles. De hecho, ni siquiera compraba las calles demasiado caras. Me gustaba comprar las calles con nombres chulos (siempre compraba Balmes, que aunque no sabía donde estaba, es la calle donde nací), o coleccionaba las que tenían los colores que más me gustaban. Aunque rompiera el mercado pagando precios desorbitados por cosas que no lo valían tanto, al estilo del fichaje de Cristiano Ronaldo, y cosas así.

Al final, evidentemente, el juego se volvía monótono y aburrido porque siempre entraba en fase de ahorrar y ahorrar y nunca me parecía que lo había hecho lo suficiente como para arriesgar en infraestructuras mayores. Además, que pensaba que los grandes monopolios no eran para mí, no necesitaba acaparar la economía. O igual más bien que yo no era lo suficientemente buena para ellos. Y no era falta de ambición o pena por los que podían perder. Era falta de valor.

Y así, con una sensación de dejarlo a medias, acabo el post. Ya me he cansado de explicarlo todo. Al fin y al cabo, yo sé cual es la conclusión de todo esto, así que me da igual. Y por otro lado, sé que a vosotros también. A veces me pregunto, ¿por qué sigo escribiendo aquí?

jueves, 14 de enero de 2010

Ventanas cerradas

Curvas cerradas en la carretera encharcada
"-Nunca esperes nada...", empieza a sonar,
sube el volumen que el aire entra por
la ventana, "...y así nada nunca te decepcionará."

Ningún camino es largo si tiene destino,
y puede que a destiempo el sol te vaya a quemar.
Agoreros presagios salan tus heridas.
Llegado este punto, nada me va a matar.

Ventanas cerradas, ruido de nada
esperanzas gastadas... el baile va a comenzar.

No necesitas guardarropa cuando hace tanto frío.
Como barrita encendida destinada a consumir
dame motivos para sentarme a esperarlo,
lléname de burbujas amargas que me hagan sonreír.

martes, 12 de enero de 2010

La leyenda del 13

Hay una introducción a una canción que dice algo así:
"Vamos a contar ahora una historia que es verdad, y como todas las historias que son verdad, es una historia triste."

Vale, que igual no es la mejor introducción del mundo, ni lo más profundo que habéis escuchado nunca ni nada así, pero es una introducción que es verdad, y como todas las introducciones que son verdad, es una introducción triste.

No podría contaros la leyenda del 13 ignorando lo que fue su paso previo por el 8. Vale que el 8 nunca llegó a ser leyenda, ni siquiera fue más que un saco de recibir palos, pero en su basta soledad y tardía esencia implicó un espíritu de sacrificio y entrega necesarios para que, un tiempo después, el 13 se convirtiera en 13.

El 13 fue 13 porque el azar así lo quiso. Nunca se buscó a sí mismo ni se ilusionó con cosas que nunca llegarían. Simplemente apareció fruto de la casualidad y de la sucesión de varios infortunios: unas gotitas de sangre, algún que otro virus gripal y una condropatía ajena, le obligaron a vestirse de verde.

El 13 se convirtió en leyenda porque nunca quiso serlo, porque no esperaba recibir menos palos que los demás de la vida. Nunca buscó protagonismos ni lucirse bajo el tímido sol de Mollet que salió aquella fría mañana, un Domingo de Diciembre. El 13 sabía que no podía brillar porque ninguna superfície opaca lo hace.

Como cualquier héroe de película el 13 resurgió de la nada cuando nadie se lo esperaba. Escuchó su nombre en bocas sagradas y en medio de la agonía no pidió resarcirse ni encumbrarse; sólo quería que aquello terminara. El 13 fue tocado con la varita de los 30 minutos, recibió su dosis, y su vida le sonrió el mismo tiempo exacto que existió. Desde que apareció hasta que desapareció para siempre. Su existencia fue perfecta, inmortal. Irrepetible.

Pero si algo hace que tanto seres normales como extraordinarios lleguen un día a desprenderse de su trivial capa y se conviertan en leyenda es porque adquieren el valor más preciado por el que tanto ricos y pobres pelean, el que tanto sabios como tontos desean, pero el que sólo figuras como el 13 pueden llegar a alcanzar: la eternidad.

Y así es la historia triste, así es como suena la leyenda del 13. A mí no me echéis la culpa, ya sabéis que con la dramatización adecuada todo puede sonar hasta bien. Y es que quien es lineal, luego no tiene historias -como ésta- que contar.

lunes, 11 de enero de 2010

Mi mundo

Me levanto por las mañanas abranzando la almohada, y según la prisa que tenga, hasta la acaricio y le doy besos. Me miro al espejo y día a día me repito la misma frase mientras restrego la palma de mi mano por cualquiera de mis mofletes: "Cada día tienes peor cara. Te haces mayor, pequeña".
Me preparo un café cargado y me autoconvenzo de que nunca es del todo tarde para donde tenga que ir. Me pongo cualquier cosa planchada y mirando al frente al salir del portal ahogo un suspiro mientras pienso para mis adentros: "El mundo me necesita, allá voy".

Adelanto con prisa a cualquiera que vaya rápido sólo para demostrarles que no están lo suficientemente en forma. Escucho canciones cuando voy por la calle mientras imagino que son la banda sonora de mi vida, o que estoy protagonizando un videoclip. Miro hacia atrás exageradamente, miro el móvil, el tiempo se acaba. Todo queda mejor si le añades la pizca correcta de drama.

Hago bromas los Martes que no explico hasta los Viernes. A veces la gente me pregunta: "¿Por qué eres así?" Yo sonrío pero no respondo aunque quiero creer que todos saben que la respuesta se contesta con otra pregunta tal que: ¿Cómo puedes no serlo tú? ¿Acaso tiene sentido creer que todo lo que vives es real? ¿No ves que todo se rige bajo la teoría del blanco contra el negro y el mundo llegaría a su final domado por la combinación 4, 8, 15, 16, 23, 42?

Finjo no escuchar el teléfono cuando no quiero cogerlo. Hay momentos que también finjo no querer cogerlo cuando lo escucho, y momentos que finjo querer cogerlo cuando lo he escuchado sin querer. Finjo constantemente y a todas horas, en positivo o en negativo. Porque ser lineal no es rompedor. Y quien no es rompedor luego no tiene historias que contar.

Muestro interés por cosas que no me importan sólo para saber qué sienten aquellos a los que sí les interesa. Me gusta ponerme en la piel de los demás y creer que soy capaz de controlar las emociones, todas ellas, individual y globalmente. Tengo un espacio cúbico virtual en mi capacidad cognitiva donde acumulo millones y millones de esas emociones, y de vez en cuando si no tengo nada que hacer en casa y me siento a no hacer nada, cierro los ojos y las repaso. Me siento a vivir un rato. Es casi tan parecido a hacerlo en el mundo físico que a veces hasta lo prefiero.

Desconfío de la gente poco retorcida y me enfado con cualquiera que no se ría de mis bromas. Yo soy la ingeniosa, yo soy quien inventó el humor. Vuelvo cada noche a casa pensando en las grandes acciones que he llevado a cabo durante el día y en los millones de personas a quienes he hecho felices. Me gusta hacer feliz a la gente. A excepción de la gente a la que querría matar. Asi soy, o me amas, o no mereces la vida. Fácil decisión.

Así es mi mundo. En él me quedo a vivir. Reconocedlo, me tenéis envidia. El vuestro es una mierda. Pero eh, tranquilos: "He vuelto. Y esta vez, pienso quedarme."

sábado, 9 de enero de 2010

Síntesis del 2010

Hubo un tiempo en el que yo me curraba las cosas. Era una tía guay. Me gané la eternidad.

Ese momento comenzó la semana pasada.

De ahí en adelante todo fue de mal en peor. Me centré en lo que me tocaba hacer, progresé en varios aspectos de mi vida... cualquier cosa que sólo alguien motivado y con las ideas claras podría hacer. Tonterías.

Pasado un tiempo conseguí la estabilidad, fui valorada y respetada. Incluso por primera vez escuchada, aunque en el blog nadie seguía haciéndome ni caso. Yo insisto, escribo sólo para ligar, que creo que la gente no se da cuenta. Aquí pasan más años y nada, a comer mocos. Estoy empachada ya.
Y yo que ya no impresiono a nadie.

Al final, perdí la eternidad porque en un descuido y una distracción me volví banal y cedí a los impuslsos primitivos de los humanos: me enamoré.

Me enamoré un viernes de Abril en el que llovía a cantaros y el único refugio que quedaba libre era bajo una manta agujereada en una casa con goteras. No era ni seguro ni reconfortante, y tampoco me ofrecieron un caldo calentito o un café para abrir mis ojos.

Me hablaron de cosas estúpidas mientras yo miraba por la ventana sin prestar demasiada atención a la conversación, contando una a una las miles de gotas que resbalaban por el cristal y dibujaban letras a su paso. Letras que si me hubiese fijado hubiese visto que escribían un nombre, uno impronunciable para aquellos que no han dormido suficientes noches bajo el cielo de la espada y el capote. Su nombre.

Negocié tragos de vino a cambio de cigarros medio mojados, e ignoré todos los consejos que quien todavía no era nadie pudo darme. Vacilé entre el sueño y la sonrisa a cambio de algo de calor humano, siempre que no fuera acompañado de cariño. Me pidió poco espacio y me siguió dando consejos de esos que suenan bien cuando los cuentas pero que resultan bastante inútiles a la práctica.

Hasta que se cansó y me desaconsejó. Me miró a los ojos y en un tono desacompasado aunque seguro me dijo: -Mójate. Sal fuera y mójate. Sólo cuando no haya ninguna parte de tu cuerpo que se proteja de la lluvia serás capaz de entender porque lloramos las personas, y porque de vez en cuando llora el cielo.

Cuando quise darme cuenta había pasado la lluvia y con ella se había llevado algunos meses. Me encontró Noviembre tirada en una cuneta, con menos recursos que nunca, implorando al cielo unas gotas para sentirme viva. Lástima del frío y de la niebla que son capaces de helar hasta la llama más intensa.

Siempre te quedará el recuerdo de un año que todavía no ha pasado. Siempre podrás cambiar tus planes y volver a escribir cómo será el siguiente. Siempre puedes intentar ésto, escribir tu historia antes de que ocurra, y en la soledad de tus pisadas, lamentarte porque la realidad aunque diferente, fue mucho mejor.