viernes, 3 de febrero de 2012

Ley para todos

Quiero denunciar desde éste, mi humilde blog, una realidad dura y cruel como la vida misma, que me toca sufrir en mis carnes. Es el vacío que ofrece para algunas personas -yo, por ejemplo- la tan aclamada aunque también criticada ley anti-humos.

El hecho de que no se pueda fumar dentro de cualquier espacio cerrado es motivo de alegría y bienestar para cualquier no fumador, y una putada para los que sí tienen el vicio del cigarro. Excepto para algunos pringados que las sufrimos en toda su magnitud y explendor: los no fumadores con amigos fumadores.

En verano pues como que te da lo mismo si cuando vas a tomar algo por ahí, algún colega sugiere estar siempre en la terraza. Bueno, te puede dar lo mismo o no, porque yo por ejemplo para comer prefiero el aire acondicionado y la intimidad de un interior. Pero bueno, digamos que todavía es soportable. El problema es cualquier época no calurosa, o los lugares sin terraza o zona descubierta.

Que tengan que salir a intoxicar el ambiente fuera del local es de ley, y totalmente justificado. Si quieren fumar, que pasen frío. Que tengan que aguantar de pie. Que se sientan excluídos. Lo que sea. Se justifica por el placer que les da el cigarrillo. Y ojo, yo he sido fumadora y estoy segura que tampoco hubiera tenido impedimento alguno en salir de los bares. Pero que no lo sea y también me vea obligada a ello: manda huevos.

Primero porque si sales con una única persona a tomar algo, cada vez que quiera fumar te pedirá que le acompañes. Claro, es ridículo que se quede uno solo dentro esperando mientras el otro está solo fuera fumando. Claro, o no. Porque eso pasa constantemente cuando alguno de los dos tiene ganas de ir al baño, y nunca nadie le pide a nadie que le acompañe y le espere mientras suelta el chorrillo.

Y ahí tienes que ir tú, recoger tus pertenencias, abrigarte y salir a pasar frío aunque no tengas ni ganas ni necesidad. Y es que el problema no sólo ocurre cuando salen dos personas; haya la gente que haya en el grupo, siempre habrá alguien que se quede solo para salir a fumar y te pedirá a ti que le acompañes.

Y el problema a todo esto es que la ley a quien ha excluido realmente es a los no fumadores. Ya no tenemos opción, hay cosas que se dan por hecho. Ya puedes preguntar: ¿Dónde nos sentamos? Que la respuesta será tajante: "Aquí fuera para poder fumar". Ahí, quien no tiene la opción a cambio eres tú, y la que te sigues chupando humo que no deberías, también.

Lo peor de todo es cuando te niegas a salir y decides esperar sola dentro del local. Te miran con cara extraña como si fueras un bicho raro y te dicen: "¡pero no te vas a quedar aquí sola!". Como si fuera una ofensa hacia mi dignidad o mi reputación. ¡Sí, claro que me quedo aquí sola, es que no tengo por qué salir!

Y ya lo peor es cuando encima te hacen sentir mal por ello: "Bueno va, me espero, ya no salgo". ¡Encima eres tú la culpable de causarles malestar por no poder fumar!

Total, un auténtico cachondeo. Que la ley no contenta a unos ni a otros, me parece a mí. ¿La solución? Cada día tengo más claro que quizás no debería haber dejado de fumar nunca. Estas cosas no me pasarían.