sábado, 24 de octubre de 2015

Poderosa

Hoy me siento poderosa. Hoy, y desde hace unos días. Y me encanta esa sensación.

Es una cuestión quizás algo física pero puede que a lo mejor también mental. No sé si tendrá que ver con todo el rollo que conté ayer sobre los habitos alimenticios, o que mi cuerpo parece desperezarse por alguna extraña razón sobrenatural, pero me siento con poder de ser capaz de hacerlo todo.

Ayer jugamos un partido y aunque no fue ninguna maravilla, tuve unas sensaciones diferentes a las que estoy acostumbrada. Evidentemente hago balance y pienso en que hay mil cosas que mejorar y muchos errores que pulir, pero la diferencia es que me siento capaz para trabajar sobre ellas y espero con ansia más y más. Y eso me encanta.

Por otro lado hace 8 meses me puse a mí misma un reto, casi sin tomármelo muy en serio, sobre llegar un año después a participar en una prueba de alta exigencia física. Ahora mismo estoy aún a años luz de conseguirlo, pero con 3 meses y medio por delante.

Y como mi mente se viene arriba y me siento poderosa no puedo evitar pensar: venga, que quizás, ¿y por qué no?

viernes, 23 de octubre de 2015

Fuera de temporada

¿Cuál es la horrible sorpresa que me llevo el otro día al ir a hacer la compra semanal al súper de turno, que no me deja dormir y no me deja parpadear perpleja, no me deja respirar bajo el agua ni bostezar con la boca cerrada? Vayamos por pasos.

Todo empezó un par de meses atrás cuando empecé a querer obsesionarme con algo. Y lo digo así, porque yo no soy de obsesionarme con nada. Creo que las cosas tienen una razón y un motivo, y si las quieres hacer tiene que salirte de dentro, y si no, es porque no quieres hacerlas o porque no te motiva lo suficiente. Por eso, a veces, cuando quiero conseguir algo, más que intentar autoconvencerme de ser constante para conseguirlo, me intento autoconvencer de tener que obsesionarme con ello. Porque si no me obsesiono, no lo cojo con las suficientes ganas y fuerzas como para no dejarlo correr a la primera de cambios. Pues eso, creo que se ha entendido.

Hace un par de meses me obcequé en obsesionarme con cambiar mis hábitos alimenticios por unos menos dañinos y tóxicos. Reduje considerablemente mi consumo de azúcares, el de fritos y el de grasas embutidas, y me forcé a alimentarme a base de cosas verdes, plantas varias, y sucedáneos de hippies. El caso es que me está yendo bastante bien, he pasado la primera fase de obsesión (normal, al final me canso) pero creo que ha durado lo suficiente como para haber podido modificar algunas costumbres. Pero bueno, analizar esto tampoco viene al caso, el caso va de aquello que me deja perpleja en un súper.

Total, que ahora me conozco mejor la sección de verduras que de cervezas, sé diferenciar una coliflor de una berenjena y un calabacín de un pepino. Por no hablar de las frutas. ¡Benditas frutas! Yo siempre fui una niña de esas que nunca quería ni pan mientras comía ni fruta al acabar. ¡Qué de disgustos se llevaba mi abuela! Pero ahora es la base de mi dieta, no hay día que no coma algo de plantas (es como cariñosamente llamo a las verduras) y al menos 3 piezas de fruta. Mi cuerpo se regenerará en una súper máquina de vivir sanamente y desarrollaré poderes especiales. Espero. Dentro de no mucho.

Bueno total, que me lío. El caso es que, una vez entendido el contexto, tenéis que entender cual fue mi frustración al llegar el otro día al supermercado y... bueno espera, se me ha olvidado contar que, como fui una de esas niñas negadas a la fruta, empezar a comerla me resultaba extremadamente complicado. Hasta que la conocí a ella. No sé por qué siempre había creído que el mundo de la fruta se limitaba a peras y manzanas, y en verano, melones y sandías. Pero la encontré. A mi fruta predilecta. Mi nueva pasión. La que me ha abierto las puertas a un nuevo mundo y me ha hecho engancharme por completo al consumo compulsivo de los frutos de los árboles: la nectarina.

Pues eso, que vaya mierda que el otro día voy al súper y veo que ya no hay, y al parecer se ha acabado la temporada. Ahora me tengo que conformar con unas tristes ciruelas y unos plátanos. Por suerte la costumbre está interiorizada, y sé que algún día, volverán a mí.

domingo, 18 de octubre de 2015

El día que el hamster nos dejó

¡Cómo no! Un Domingo de los que no apatece salir, con un día feo que aunque no se atreve a llover, tiene pinta de arrancar de un momento a otro. Así, para que el contexto quede aún más triste, es como nos ha dejado Lili. Esta mañana he ido a cambiarle su agua y a echarle un poquito de comida, cuando he descubierto que había decidido morir de felicidad. No ha querido dar más vueltas en su rueda provocándonos un eterno insominio. Ya no quería seguir buscando más una salida desesperada de la jaula de tortuga en la que ha habitado los últimos meses. Ya no quería huír más de un gato que no podía acceder a ella, ni del que tampoco podía escaparse.

Se ha ido como llegó, escondida bajo su techo amarillo. Esa timidez tan característica que siempre hizo que la relación ratón-humano fuera complicada. Lo máximo que conseguí es que alguna vez que otra se subiera a mi mano para recopilar toda la comida que había dejado en ella, eso sí, siempre que estuviera inmóvil para poder confundirme con un comedero más.

Se escapó tantas veces por los lugares más reconditos y difíciles de acceder (y por consiguiente de salir) y teniendo en cuenta que fuera compartía hogar con un depredador nato para ella, sólo puedo pensar en cuanto tiempo de más ha podido vivir sin que le pasara nada. Era una valiente, una temeraria y aventurera. Un ejemplo para todos los que la conocimos.

Y ahora que ya no está entre nosotros sólo me quedan buenos recuerdos: aquel día que se escondió entre los archivadores con apuntes de la uni para estudiar, el día que apareció por el comedor dentro de la boca del gato, el día que descubrí como era capaz de trepar y escaparse entre los barrotes más altos de su primera jaula. El día que fue Rasca. El día que se creyó Supermán. El día que (más bien los días que) decidía meterse en un tubo sin salida quizá anunciándonos que ya se había cansado de vivir, pero donde nunca le dejamos que se quedase.

Por todo esto y más, Lili, hámster Roborowski que no hacía nada pero que estaba ahí, siempre te recordaremos.

DEP

jueves, 8 de octubre de 2015

Esperando

Hoy esperaba recibir una interesante tarea en el trabajo. Algo diferente, algo nuevo, algo que aprender y que afrontar. Bueno, no tenía claro que fuera a ser eso, pero tenía la esperanza.

He recibido un churro. Una tarea para monos. Ser un autómata que hace la mierda que nadie más quiere hacer. Bueno no está mal, podría ser peor, podría no tener trabajo, ¿no?

Voy a tener que cambiar de táctica. Y si al final de todo no funciona, me tendré que buscar mis retos. Total, podría ser peor, podría no tener que trabajar, ¿no?

No hay nada que más odie que ser un autómata. Es aburrido.

Aunque hay días que es lo más cómodo.

martes, 6 de octubre de 2015

¿Qué estoy haciendo con mi vida?

Sí, hoy es uno de esos días.

No sé donde vivo, no sé qué hora es, no sé si es mañana o todavía ayer. No sé qué tengo que hacer. Sé qué debería hacer, pero no sé muy bien por qué tengo que hacerlo. No sé por qué alguna vez tomé una decisión para hacer algo, no sé por qué pensé en llevarla a cabo. No sé por qué hay días que me levanto.

Hoy es un día de esos que necesitas consuelo. Necesitas sentir que congenias. Pero hoy no es ese día.

No sé qué quiero ser ni quién quiero ser. No sé si estoy en lo cierto ni si estoy en el buen camino. No encuentro respuestas si no preguntas y no sé a quién acudir.

Hoy es un día de apatía, de sinrazón. Hoy es un día amargo. Hoy no me quiero poner de buen humor.

No sé si será cosa del tiempo o de la alimentación. No sé si la temperatura o el olor. Sólo sé que hoy le metería una bala entre ceja y ceja a todo aquel que se negara a follar para perpetuar su especie.

Hoy es un espejo, un pasaje. Mañana, o en cualquier otro momento renegaré de que esto pasara, y me diré a mí misma que sólo fue un bajón. Hoy es ayer.

Y no sé qué coño estoy haciendo con mi vida.