Hace poco escuchaba por televisión a una de esas intelectuales que a primera hora de la mañana participan en coloquios políticos y sociales de la mayoría de programas informativos matutinos. Hablaban sobre la inminente disputa de la final de un torneo deportivo, en concreto la final de la Copa del Rey de fútbol, y de todo el revuelo que había provocado en todo el país y en concreto Valencia, su sede, donde miles de aficionados catalanes y vascos se habían reunido para apoyar a sus equipos.
Asombrada por el impacto que algo como el fútbol podía causar en la población, la periodista no dudó en mirar por encima de sus gafas al presentador y con tono cómplice, con una ceja arriba, contaba con soberbia el secreto que todos los superhumanos guardan respecto a las masas ignorantes: "- el fútbol es una soberana estupidez".
Al comentario lo acompañaron unas risas de sus colegas en la mesa, con las que demostraban estar también por encima de todo eso. Me gustaría saber cuántos realmente no vieron el partido.
La verdad es que tampoco es ninguna tontería. No se puede negar que el espectáculo mediático que hay montado alrededor del fútbol sobrepasa los límites en los que un deporte debería lidiar. A día de hoy, por encima de todo es un negocio, y un negocio de los buenos, de los grandes. Tampoco os voy a contar nada nuevo que no sepáis, o que otros no hayan explicado ya antes mejor que yo.
El fútbol no es sólo un deporte y eso es evidente. La mayoría de la gente que lo sigue no es capaz de ver un solo partido o torneo de cualquier otra especialidad deportiva sin dormirse, aburrirse o deprimirse. Y aunque parezca un poco contradictorio es porque no es necesario que te interese el mundo deportivo (como tal, no el periódico) para seguir al 'balompié'. Es un género aparte, come solo. Se alimenta de sí mismo, y tampoco lo hace a costa de los demás.
La mayoría de gente excusa su afición o fanatismo alegando que es una manera de despreocuparse de la realidad o de los problemas de la vida diaria. Yo esto no me lo creo, porque tu equipo es tu problema cuando va mal y tu alegría cuando va bien. Y este año es un claro ejemplo. Lo que se está viviendo en la ciudad de Barcelona esta temporada es a-lu-ci-nan-te. Se respira en el ambiente, en los comentarios y en las miradas de la gente, que el fútbol influye y mucho en nuestra realidad.
Para la gente su equipo de fútbol es su patria. Estamos nerviosos como ellos antes de una cita importante, pensamos en el rival y analizamos nuestros problemas como si fuéramos parte del propio equipo. Aunque no pintemos nada ni nunca nada de lo que digamos vaya a ser tomado en cuenta por nadie. Pensamos en nuestros jugadores como los soldados que defienden nuestro orgullo y nuestra dignidad. Con el fútbol, realmente te sientes parte de algo. Como dice el anuncio 'somos uno'. Y creo que en parte es verdad.
¿Por qué pasa esto? No lo sé, porque los ignorantes no nos damos cuenta de que es una soberana estupidez. Disfrutamos, nos alegramos, nos enfadamos y a veces hasta nos peleamos. Llevamos a un nivel muy personal y muy íntimo algo que no deja de ser una actividad deportiva. Que no deja de ser el trabajo de unos pocos, y no el nuestro.
No me imagino a miles de personas congregadas a las puertas de la fábrica Seat en Martorell animando a sus trabajadores antes de comenzar la jornada para que produzcan más que Ford, por ejemplo. Pero con el fútbol sí.
Porque es nuestra soberana estupidez. Es la ilusión de mucha gente cuando comienza la semana y sobre todo cuando la acaba. Porque provoca ansiedad en la autopista de vuelta a casa cuando hay un partido importante y TODOS quieren volver rápido para verlo. Porque para muchos es la manera más viva de sentir.
Probablemente no signifique nada para cada uno de nosotros ganar o perder en cuanto a mejorar o empeorar nuestras vidas. Nunca sacaremos ningún beneficio real de ello. Los Messi's y Henry's nunca compartiran sus primas con nosotros, ni probablemente piensen en la gente cada vez que levantan una copa por la que tanto han sido ellos quienes han corrido y luchado.
¿Pero no dicen, entonces, que se tiene que querer al prójimo sin esperar nada a cambio? ¿No es el amor incondicional?
¿Es sólo un deporte en el que ganar o perder no nos va la vida? Quizás sí. Pero menospreciar los sentimientos y la pasión de la gente... es la soberana estupidez.
Así que por lo menos si algo sé seguro es que, pase lo que pase esta noche, nos sentiremos vivos durante dos horas. Con suerte, unas pocas más mientras lo celebramos. Y mañana... otro día será.
Asombrada por el impacto que algo como el fútbol podía causar en la población, la periodista no dudó en mirar por encima de sus gafas al presentador y con tono cómplice, con una ceja arriba, contaba con soberbia el secreto que todos los superhumanos guardan respecto a las masas ignorantes: "- el fútbol es una soberana estupidez".
Al comentario lo acompañaron unas risas de sus colegas en la mesa, con las que demostraban estar también por encima de todo eso. Me gustaría saber cuántos realmente no vieron el partido.
La verdad es que tampoco es ninguna tontería. No se puede negar que el espectáculo mediático que hay montado alrededor del fútbol sobrepasa los límites en los que un deporte debería lidiar. A día de hoy, por encima de todo es un negocio, y un negocio de los buenos, de los grandes. Tampoco os voy a contar nada nuevo que no sepáis, o que otros no hayan explicado ya antes mejor que yo.
El fútbol no es sólo un deporte y eso es evidente. La mayoría de la gente que lo sigue no es capaz de ver un solo partido o torneo de cualquier otra especialidad deportiva sin dormirse, aburrirse o deprimirse. Y aunque parezca un poco contradictorio es porque no es necesario que te interese el mundo deportivo (como tal, no el periódico) para seguir al 'balompié'. Es un género aparte, come solo. Se alimenta de sí mismo, y tampoco lo hace a costa de los demás.
La mayoría de gente excusa su afición o fanatismo alegando que es una manera de despreocuparse de la realidad o de los problemas de la vida diaria. Yo esto no me lo creo, porque tu equipo es tu problema cuando va mal y tu alegría cuando va bien. Y este año es un claro ejemplo. Lo que se está viviendo en la ciudad de Barcelona esta temporada es a-lu-ci-nan-te. Se respira en el ambiente, en los comentarios y en las miradas de la gente, que el fútbol influye y mucho en nuestra realidad.
Para la gente su equipo de fútbol es su patria. Estamos nerviosos como ellos antes de una cita importante, pensamos en el rival y analizamos nuestros problemas como si fuéramos parte del propio equipo. Aunque no pintemos nada ni nunca nada de lo que digamos vaya a ser tomado en cuenta por nadie. Pensamos en nuestros jugadores como los soldados que defienden nuestro orgullo y nuestra dignidad. Con el fútbol, realmente te sientes parte de algo. Como dice el anuncio 'somos uno'. Y creo que en parte es verdad.
¿Por qué pasa esto? No lo sé, porque los ignorantes no nos damos cuenta de que es una soberana estupidez. Disfrutamos, nos alegramos, nos enfadamos y a veces hasta nos peleamos. Llevamos a un nivel muy personal y muy íntimo algo que no deja de ser una actividad deportiva. Que no deja de ser el trabajo de unos pocos, y no el nuestro.
No me imagino a miles de personas congregadas a las puertas de la fábrica Seat en Martorell animando a sus trabajadores antes de comenzar la jornada para que produzcan más que Ford, por ejemplo. Pero con el fútbol sí.
Porque es nuestra soberana estupidez. Es la ilusión de mucha gente cuando comienza la semana y sobre todo cuando la acaba. Porque provoca ansiedad en la autopista de vuelta a casa cuando hay un partido importante y TODOS quieren volver rápido para verlo. Porque para muchos es la manera más viva de sentir.
Probablemente no signifique nada para cada uno de nosotros ganar o perder en cuanto a mejorar o empeorar nuestras vidas. Nunca sacaremos ningún beneficio real de ello. Los Messi's y Henry's nunca compartiran sus primas con nosotros, ni probablemente piensen en la gente cada vez que levantan una copa por la que tanto han sido ellos quienes han corrido y luchado.
¿Pero no dicen, entonces, que se tiene que querer al prójimo sin esperar nada a cambio? ¿No es el amor incondicional?
¿Es sólo un deporte en el que ganar o perder no nos va la vida? Quizás sí. Pero menospreciar los sentimientos y la pasión de la gente... es la soberana estupidez.
Así que por lo menos si algo sé seguro es que, pase lo que pase esta noche, nos sentiremos vivos durante dos horas. Con suerte, unas pocas más mientras lo celebramos. Y mañana... otro día será.