lunes, 26 de septiembre de 2011

Mientras estés conmigo

Y otro Lunes más, lejos de dejarlo, yo que vuelvo.

Ayer me pusieron una multa por mal estacionamiento, y eso que estuve más de un cuarto de hora dando vueltas por un barrio que nunca había pisado antes. Lo peor de todo: que ni siquiera sabía que ese era un sitio incorrecto. Y que al volver de mis quehaceres, justo antes de que la grúa arrastrara con mi coche, vi que no sólo sobre mi parabrisas asomaba ese papelito amarillo: había como 20 coches damnificados.

Pero bueno, sin más lacra que la cara de gilipollas que se te queda, empiezo la semana con muy buen humor. En el curro va a ser caótico porque los recortes hacen que vayamos a tener que trabajar bajo mínimos de personal, pero fuera de crearme ansiedad, creo que me relaja más todavía. Si ya era difícil antes controlar las tardes, más lo va a ser ahora. Pero yo que haré lo que pueda, sin despeinarme, porque no tengo la culpa de la situación. Tratamos con personas, no ganado.

Por otro lado, al final no me retiro completamente del fútbol. Puede parecer una tontería, pero a mí como que me hace sentir bien tener un balón entre los pies. Gano en confianza y en seguridad, y saber que vas a disfrutar del arte del deporte lo hace todo más ameno y divertido a las semanas que a veces se alargan demasiado. Y creer que la lucha contra la injusticia, aunque no se pueda solucionar, te acabe dando la razón, también anima. Sobre todo a seguir confiando en lo que se piensa y en lo que se cree. Y a luchar siempre por tener lo mejor.

Y por lo demás, semana con final feliz. Y cuando una semana sabes que va a acabar bien, hace como que también empiece bien. Hace como que todo sea bonito y con flores. Hace que todo lo demás, multas, curros, "fútboles", quede pequeño e insignificante ante la magnitud de tal evento. Y que las ganas de seguir luchando, seguir creciendo y de seguir progresando sean eternas.

martes, 20 de septiembre de 2011

Quiero dolor

Hasta que punto debo estar un poco fuera de mis casillas cuando pienso que me gustaría romperme algo, sentir dolor, tener un traspiés y hacerme un esguince para poder tirarme en casa a no hacer nada todo el puto día. Dios, tengo espíritu vaguista en mi interior. Soy mugre. Soy casi ni-ni, y me quejo.

Quiero volver a estudiar. Qué bien se vivía pasando el día en clase. Quiero tener una herencia multimillonaria. O un sueldo nescafé para toda la vida.

Sí, lo he decidido, eso haré. Beberé nescafé hasta que pueda vivir sin trabajar ni hacer absolutamente nada. Ese es mi objetivo primordial. Entonces, sólo entonces, podré actualizar este blog cada día. Y seré más graciosa y entretenida, no como ahora, que sólo cuento penas. Que soy un coñazo.

jueves, 15 de septiembre de 2011

Bravuconadas

A veces siento que soy una de esas personas que no suelta más que bravuconadas por el mundo. Independientemente de que la palabra sea molona, el razonamiento es algo duro.

Qué solos nos sentimos a veces en el inmenso vacío de nuestra mente. Y qué triste.

martes, 13 de septiembre de 2011

Y

Tengo un primo hermano que ha tenido una hija y le ha puesto nombre de choni. Voy a evitar hacer alusión al nombre en sí, podéis imaginaros algo como Sheyla, Danae, Zoraida, Yennifer (con Y) o Saray (bueno, todo con Y).

El caso es que, dilemas consanguíneos aparte, esto me ha dado mucho que pensar sobre el futuro de esta chica. Imaginemos por un momento que crece, es mayor, y no le gustan los oros. O quizás le dé por escuchar a Dire Straits en vez de al Barrio. O que consuma más papel al leer libros que OCB. No pega mucho, ¿no?

No me imagino a la pobre yendo a la universidad, ni siquiera en bachillerato. La veo más en la academia de peluquería, o si hay suerte, en un módulo de educación infantil. ¿Cómo puede ser que un nombre te imponga ya tantos prejuicios cuando tienes sólo 3 días de vida?

Y ya veo a los padres preocupados cuando la niña tuviera 16 años: "Podría aceptar cualquier cosa, que fumara porros a escondidas, botellones cada finde o que tuviera un novio delincuente, ¿pero que quiera meterse a letras para estudiar derecho? ¿Es que no le hemos enseñado nada de la vida? Su madre y yo toda la vida evitando trabajar, buscando vivir de los abuelos y de prestaciones sociales, y ahora la niña nos sale con esforzarse para llegar a algo."

Sea como sea, yo que le deseo el mejor futuro y una vida feliz. Aunque sus padres hayan tenido la poca consideración de ponerle un nombre ya lastrado con una falta de ortografía de por vida. Sí, os lo podéis imaginar, por culpa de una Y. Que vale que cada uno puede ponerle el nombre que quiera a su hijo, y como quieran. Ellos aluden a que "así no es como todo el mundo, es más original". Bueno, eso depende de como lo veas. Por poder puedes ponerle a tu hijo Bíctor, Hálvaro o Karmen. De hecho si quieres puedes llamar a tu hijo Pez, Puerta de Aluminio o Sillón de skay. Original que te cagas. Pero una solemne gilipollez, falta de respeto y de cultura también. Pero bueno, lo cierto es que eso, les da bastante igual.

Así que nada, seguiremos con nuestras vidas, pensando que esas cosas que les pasan a otros, que habitan en otras casas y otras familias, a veces se pueden volver en tu contra y ocurrir en la tuya propia. Pero ya tengo la porra para cuando vayan a buscar la parejita, y mis favoritos son: Yonny, Yeray y Yoshua. Seguiremos informando.

lunes, 12 de septiembre de 2011

Odio los Lunes

En serio. Lo digo desde lo más sincero de mi interior. No sé como se puede odiar tanto algo. Con lo bien que se está los Sábados, o los Domingos. Si me apuras incluso los Viernes. ¿Pero los Lunes? ¿En serio? Buff, bochornoso.

A veces me pregunto: ¿va a ser así toda la vida? ¿siempre me acompañará el lastre de odiar algo? ¿nunca, jamás de los jamases, podré vivir en paz?

No quiero mojitos a la orilla de un mar paradisíaco, ni viajes ni aventuras extremas, ni lujos pretenciosos. Quiero algo que me ilusione y me apasione para no tener esa estúpida sensación cada mañana de odiar el momento en que tienes que levantarte.

Creo que tampoco pido tanto.

jueves, 8 de septiembre de 2011

Auténtico amor

B: Hola, ¿qué tal?

J: Bien, acabo de venir de comprar.

B: ¿Qué has comprado?

J: Pues he bajado porque no me quedaba comida, y me he traído: 2 bolsas de patatas, un bote de aceitunas rellenas de anchoas, 8 latas de coca-cola, una botella de licor y 18 latas de cerveza.

B: Quiero vivir contigo el resto de mi vida.

martes, 6 de septiembre de 2011

Cosas que hacer para las fiestas de Santa Coloma

Voy a contaros una historia de algo que me ha pasado hace poco.

¿Alguna vez habéis tenido la sensación nada más despertaros, fruto del sonido insistente del despertador, de que tiene que ser una broma, que para nada es la hora de dejar de dormir y que todavía te queda mucho tiempo de cama por delante? Pues eso, que seguramente me ha pasado 50 mil veces, es lo que me pasó ayer, y es justo donde empieza mi historia.

Sonó el despertador con una música y un ritmo al que no me tiene acostumbrada, como si alguien hubiera cambiado la melodía. O como si el despertador no fuera el mío. Primero, la negación. "No es el despertador, es un vecino haciendo ruido". Segundo, la esperanza. "Tiene que haber un fallo interno, como cuando juegas al Fifa y no te sale un pase, no puede ser la hora prevista, el despertador está mal". Tercero, la aceptación. "Voy a cerrar los ojos y recordar este momento eternamente".

Luego pasaron varias cosas que me guardo para mí. Y después otras que me recordaron a una canción de Quique González. Otra vez. Algo sobre lo que tendrían que contar las estaciones y demás. Siempre la misma canción, sonando con la misma crudeza en mi cabeza, con la misma autenticidad. Con el mismo sabor.

Después me sentí como en casa. Paseé mirando hacia todos lados por la calle, como si nunca hubiera pasado por allí. Como si todo fuera nuevo y sorprendente. Pero también, como si pudiera ser coloquial y hogareño para mí. Lo miré con cariño, como si estar allí sola me produjera bienestar, como si mis pasos quisieran rehacerse una y otra vez por esas calles.

Vi un anuncio de reojo en una farola ofreciendo hogar para una chica. Me paré y me giré, lo releí, y vi que unos 5 de los 10 números llevables ya habían sido arrancados. Me pregunté cómo sería esa gente que se atreve a llevarse ese pequeño papel, y una vez con calma, llama.

Sonreí estúpidamente por la calle cada vez que me cruzaba con alguien y me imaginaba cosas de su vida, como si fuesen a ser tan diferentes a mí, o a la gente de mi calle. "Ese hombre seguro que es del Getafe, y seguro que se cree las excusas de Mourinho en vez de tomarlas a risa como hacemos en mi barrio, será lo normal aquí". Monté en un autobús con nombre de carretera nacional, y me imaginé la vida cuotidiana de todo el que estaba sentado a mi alrededor, y todo el que se montaba después de mí. Allí, para todos, todo era normal. Para mí cada detalle, suponía algo excepcional.

Me monté en el metro mientras pensaba en mis cosas, completamente integrada en la multitud que camina sin mirar por donde, sabiendo de memoria cada paso que tiene que dar, fruto de la monotonía del día a día. Acabé en el final, allí donde también empieza todo, y esperé que ese mismo tiempo que horas antes había volado frenéticamente hasta el sonido del despertador, ahora dejara de pasar con calma y lentitud.

No sé si alguna vez alguien se ha fijado en la gente que vaga por la calle un día cualquiera. Que sonríe y está triste a la vez. Gente a la que le pasan cosas. Gente que tiene historias que contar, aunque una vez contadas, no parecen nada especiales.

Pasadas más de 7 horas llegué a otro lugar donde nada tenía la misma emoción. Ahí la gente no piensa en el Getafe, de hecho, muchos no saben si ha bajado o no de categoría hasta que se lo encuentran alguna jornada jugando contra el barça a mitad de temporada. Creo que nunca me he parado a pensar qué piensa la gente de aquí por la calle.

Igual tú podrías contar esa parte de la historia, quizás para ti sería diferente. Tal vez, algún día, cuando pueda llevarte a Barcelona.