viernes, 6 de enero de 2012

Absoluta rendición

Hoy los reyes majos me han traído un libro. Y yo ya estoy absolutamente rendida a él.

"Tengo tu imagen grabada en mi memoria.

Te recuerdo sentada al borde de la repisa mirando al horizonte con cierto descaro, como si el reflejo del sol en tus ojos no pudiera molestarte. Tus labios aspiraban con mimo el primer cigarro del día, sin que pareciese que lo habías echado demasiado en falta durante la noche. El humo que salía de tu boca, cómplice de mi devoción, se dispersaba con una rapidez espasmosa a la nada, sabiendo que podía molestar nublando la imagen de tu rostro.

Tu pelo se veía brillante como el día, y con un gesto desenfadado y coqueto apartabas el flequillo de tu cara, con la naturalidad de quien no se siente observada y no sabe que no muy lejos de ahí está haciendo firmar un pacto de absoluta rendición. Completamente ajena a mi rendición.

Tus manos dibujaban algún lejano recuerdo mientras explicabas cosas que a mí nunca me contarías. Sonreías con la alegría y la ternura de quien no podía esconder el hecho de haber pasado una buena noche, y tu mirada perdida, llena de ilusión, volvía buscando encontrarse con la mía por todos los rincones de la casa.
Aunque yo, vulnerable al cariño que nunca se ha dado, disimulaba mirando hacia otro lado, como si en aquellos momentos no me hubiese estado fijando en nada."