viernes, 30 de octubre de 2009

No me llames ilusa...

En el mundo en que vivimos estamos acostumbrados a perder cosas con el tiempo casi sin darnos cuenta. La hipocresía, la superficialidad, la manipulación y el desprecio con el que acostumbramos a tratarnos los humanos los unos a los otros abarcan la gran mayoría de situaciones según más modernos y urbanitas nos volvemos, como si de un requisito para conseguirlo se tratase. Así, es normal que viejos valores y sensaciones tiendan a perderse con el tiempo, y a modo de protección frente al mundo que nos encontramos día a día tendemos a imitar estos comportamientos con tal de sobrevivir.

Es por eso que muchas veces es inevitable perder sensaciones tan humanas como la comprensión (no hay tiempo), la solidaridad (todos tenemos problemas), la empatía (¿quién va a pensar en mí, si no?) o la ilusión (el mundo y todo lo que encuentras en él se convierte en algo banal).
Por eso, sentirse humano de vez en cuando es un reto ya que a ojos del mundo empieza a verse un poco ridículo, como si perdieses la compostura, como un signo de debilidad o flojeza. Y a día de hoy nos resulta más comprometido mostrar nuestras emociones frente a los demás que cualquier otro acto social y público como estar borracho o montar un numerito.

Así que yo hoy, envalentonándome como la que más, me siento feliz de mostrarme ilusionada. Siento una ilusión sana, ajena de intereses ni compromisos. Una ilusión casi altruista por lo que este domingo va a pasar. Siento que siento e igual esa es la noticia, y me paro un segundo a saborearlo antes de tener que salir de nuevo a la calle y ver que el mundo sigue igual, perdiendo la esperanza de que las cosas pequeñas acaben abarcándolo todo y sólo preocupado por conseguir más y más.

Sólo me queda, entonces, con cierta alevosía y soberbia, pedir un minuto de silencio por todos aquellos que perdieron su ilusión. Porque ellos son los ridículos. Ellos son los débiles. Y probablemente, ellos son los ilusos.

miércoles, 28 de octubre de 2009

Anotación sobre la ley de vida

Y si algo puede salir mal dos veces, saldrá, en dos días seguidos y en situaciones parecidas.

Definitivamente, hay semanas que es mejor no levantarse.

martes, 27 de octubre de 2009

De leyes

Seguramente hemos escuchado mil millones de veces la expresión: "Es ley de vida". ¿Pero qué significa realmente esta expresión? Como siempre, desde el lunes lo dejo, hacemos nuestra visión de las cosas y vamos a intentar descubrirlo, con más frustración que gracia y menos credibilidad que alegría.

Basándome como siempre en la propia experiencia personal que me otorga esto de vivir, me he dado cuenta que la famosa ley de vida se nutre, básicamente, de otras dos leyes muy conocidas en el mundo. Pero antes de desvelar el gran descubrimiento del mes, pongámonos en aviso de los antecedentes que nos han llevado a esta odiosa mañana de un mes que nunca he sabido para qué sirve, Octubre.

Es importante saber que no soy, ni nunca he sido, una persona ordenada. Tampoco demasiado previsora ni preocupada. Rozando incluso en ocasiones la irresponsabilidad. Partiendo de esta base ya se presupone lo común y cuotidiano de las decepciones y fracasos que uno se tiene que llevar. Y, como diría cualquier madre, 'porque tú te lo has buscado'.

Siempre que tengo que hacer algo intento que sea lo más tarde posible. Nunca he sido muy partícipe del "lo que puedas hacer hoy, no lo dejes para mañana", refrán favorito de mi abuelo que habré escuchado ya hasta la saciedad. Cuando tengo que ocuparme de algo, suelo hacerlo tarde y mal. Sea comprar un regalo, reservar un billete para un viaje o estudiar para un examen.

¿Lo normal? Pues que no encuentre lo que quiero y suela regalar las cosas fuera de tiempo, que me quede sin viajar o tenga que ir en los peores asientos/transportes o que -apruebe- con la peor nota posible. Pero aunque incluso estas soluciones no son lo más ortodoxo ni práctico posible, te acostumbras a vivir al límite porque al fin y al cabo superas las situaciones.

El problema aparece cuando según te vas haciendo mayor intentas corregir esos pequeños defectos que forman el sí de tu persona. Ahí es cuando entra en juego la ley de vida. La ley de vida y sus dos grandes asociadas que te acompañarán hasta los últimos días de tu vida haciéndote sufrir y maldecir el mundo cada vez que intentes hacer algo bien. Haciéndote entender que por mucho que intentes ponerlo en duda, el mundo es absurdo, las cosas que te pasan son absurdas, la gente que conoces es absurda y darle vueltas a todo esto, es absurdo.

Para empezar con la primera gran asociada diremos que: la segunda ley de la termodinámica dice algo como que "La cantidad de entropía de cualquier sistema aislado termodinámicamente tiende a incrementarse con el tiempo". O más comúnmente conocida como la de "todo en el universo tiende al caos". Esto es importante tenerlo en cuenta cada vez que intentes controlar algo de lo que hagas. No va a servir, todo se desmoronará.
La segunda asociada nos cuenta algo como: "Si algo puede salir mal, saldrá". Sí, lo sé, la ley de Murphy es más cómica que ley en sí, pero al fin y al cabo, cierta en todas sus vertientes.

Conclusión: la ley de vida es esa que hace que aunque intentes hacer mejor las cosas, todo tenderá al caos y saldrá mal. Aunque preveas actos con tu buena intención, los acabarás haciendo sí o sí en el último momento, rápido y mal. Aunque pienses con previsión, no servirá de nada. El mundo es absurdo. Tú eres absurdo. La absurdez es absurda.

Y yo he madrugado como una tonta para nada.

sábado, 24 de octubre de 2009

Fuera de tiempo

A veces me pregunto por qué sale la gente del país para irse a vivir en un sitio donde puedan mejorar su inglés. Creo que la gente no sabe que hay rincones en su propia ciudad donde te puedes pasar toda una noche hablándolo con gente de los más pintorescos lugares con historias de lo más exóticas.
A mí, que no hay cosa que me dé más pereza que el hecho de que me vengan a hablar en inglés cuando estoy de fiesta (por eso de hacerme pensar, o, hacerme pensar en otra cosa que no sea lo que quiero pensar de fiesta) me abochorna completamente. Pero sí que es curioso después pensar en las situaciones que unen a las personas y lo fácilmente conectados que estamos al fin y al cabo en este mundo. A veces me pregunto que habrá más allá realmente de estas cuatro paredes (y no hablo de extraterrestres).

Cambiando de tema, quería hablar sobre algo inminente que me preocupa enormemente: el cambio de hora. Es decir, ¿para qué? Bueno puedo entender todo el rollo ese del gasto energético y demás historias que nos contaban en el cole de pequeños, pero, yo me pregunto: si en verano adelantamos el tiempo (o lo perdemos) para aprovechar así más la luz solar y ahorrar energía, ¿en invierno lo atrasamos (o nos inventamos el momento) para gastar más?
¿Nadie se ha preguntado qué pasa con esos espacios temporales con los que jugamos? ¿Podemos jugar con el tiempo? ¿Cómo se repite una hora? ¿Existen entonces realmente los saltos temporales? Si hacemos esto en gran medida, ¿podríamos repetir momentos? ¿Podría volver a nacer?

No sé por qué no hay una alarma social con estos temas. Si por mí fuera saldría a la calle corriendo con las manos en la cabeza y gritando como una desesperada intentando alertar a la población del inminente caos universal que se avecina esta noche. ¿Qué se hace en un momento en el que ya se ha estado antes? ¿Si te despiertas en un lugar diferente haciendo otras cosas, en el mismo momento y misma hora, eres una persona diferente?

El mundo a veces es, sin duda, algo complicadísimo de entender. Cuidado con lo que hacéis esta noche entre las 2 y las 3 de la madrugada. Tanto la primera, como la segunda vez.

sábado, 17 de octubre de 2009

Más kaos numéricos

Hay veces que lo bordas, y veces que lo tiras por la borda.

3, 5, 9, 10, 14, 15, 18, 19 ó 21.

¿Con cuál os quedaríais?

jueves, 15 de octubre de 2009

Tinonino-ní

Lo que os da más pena.




Y es que no me extraña.

Por cierto, ¡nuevo récord de votos en la encuesta! Gracias a todos los que habéis votado varias veces para que yo me crea que entra mucha gente a participar en el blog.

miércoles, 14 de octubre de 2009

Historia de un viaje

Que me haya levantado de una manera especial igual explica mi inspiración pasional de hoy. Tenía un largo viaje por delante y sobre todo una obsesión: no irme, aunque yéndome lo antes posible para llegar pronto a casa.

Cuando la noche se te queda corta deberías plantearte empezar a vivir más del día. La luz deja de asustar cuando la miras directamente. A veces, incluso, no será capaz de aguantarte la mirada. Será entonces, sólo entonces, cuando todos los silencios que hayas destrozado habrán valido la pena.

Del desayuno y los momentos previos recuerdo poco, aunque a la vez todo. Cuando amaneces sin prisa por hacer algo suele pasar lo que le pasaría a cualquiera: que sales con tiempo de sobra aunque quizás ya demasiado tarde.

Soy una imprudente por contar mis intenciones, por desvelar el final y dejarme a mí misma sin interés. Soy una valiente pero una idiota. Por fin, alguna vez, tenía que no ganar.

Y evidentemente llegas tarde. Tanto, que no hay sitio para ti, al menos, para volver en ese momento. Maldices tu estupidez pero agradeces al tiempo que te dejen disfrutarlo un poco más.

Comenzarás a escribir mejor cuando dejes de pensar en qué poner.

Visito algo nuevo cargada de interés aunque abrumada por la situación. Ves algo que te podía sonar pero que no habías visto antes. Paseas con una maleta por la ciudad de las carpetas. Vuelves al punto de origen después de una hora cargada de intensidad. Ya está todo listo para irse.

Nunca pido permiso para enamorarme. Me da igual lo que pienses o que no me quieras corresponder. Tengo razones de sobra para ilusionarme con tu atención, tengo tiempo de sobra para vivir sin amor. No me importa que te agobies si te digo algo de más, prometo no mirarte mientras me puedas ver. Voy a ser quien está siempre pendiente de ti aunque tu tengas que preguntarte constantemente si es que ya se me ha pasado, si es que ya me he olvidado.

Antes de partir hay que comer. Bocata y caña. Nos gusta lo de ir de cañas. Tenemos que irnos más.

Tengo en la memoria estructura de los labios incorrectos.

Subir a un autocar es como salir de fiesta con mi amigo el Maru. Sabes cuando empiezas pero no cuando ni como vas a acabar.

¿Cómo sé que es ya el tiempo ideal dejado para volver a decirte algo? ¿Llevas tú la cuenta o seré la única?

Lo malo de compartir existencia con personas que no conoces de nada durante un corto espacio de tiempo (si lo miramos desde un punto de vista de la vida) o un tiempo interminable (si lo miramos desde lo que puede durar un día) es que comen haciendo ruido y les huelen los pies. No siempre tiene que ser así, pero la mayoría de veces sí. Y más, sobre todo, si compartes siempre la parte de atrás.

¿Cómo sé que el tiempo ideal dejado no es ya demasiado?

Los descansos son absurdos cuando uno no está cansado. Sentarte a esperar poder volver a sentarte no tiene mucho sentido. Al menos por un momento has podido sentir el frío.

Escribo cosas personales que escondo a los de mi alrededor para que no las puedan ver, sabiendo que ni ahora, ni aunque me conocieran, no iban a interesarle a nadie.

Le das tantas vueltas a las cosas que necesitas algún sitio donde volcarlas. Te acuerdas de tu blog pero no tienes nada a mano donde poder recitar. La música que te acompaña te incita a soñar.

Las grandes historias se escriben en los peores sitios.

Cuando no tienes papel buenas son las manos. Cuando necesitas las manos, bien están los billetes usados por la mitad, o los que ni siquiera salieron de la estación, para recoger ideas, y en el caos de la situación, pasear neuronas.

Curiosa interpretación la nuestra. Tú piensas en el por qué no te dije, yo pienso en por qué te tuve que decir...

Cuando llegas sientes haber perdido una vida en aquel transporte aunque acabes de conseguir una nueva en el mundo que te has encontrado a tu alrededor. Por suerte, como toda historia de viaje feliz, acabas en casa pensando en cuándo viajar de nuevo.

Fallo mío cuando quise entender lo que decías mientras pensaba ya en lo siguiente que te iba a decir. Fallo tuyo explicarme lo que no quería escuchar. Fallo del Sol que nos quitó la noche cuando la habíamos hecho nuestra.

lunes, 5 de octubre de 2009

Siempre llego tarde

Como defecto, la impuntualidad es de los peores. Hacer perder el tiempo de una persona es algo sagrado y de muy mala educación, además que da muestras de una desgana y desprecio por lo que hacer o por quien tiene que sufrirlo. Muchas veces no lo haces con esa intención, siempre pueden ocurrir imprevistos, pero reiterarlo en varias ocasiones hace que tu imagen empiece a decaer y los sufridores comiencen a molestarse contigo, y con razón.

Yo no suelo ser demasiado impuntual. Las únicas ocasiones en las que puedo tardar un poco en aparecer son las citas sociales "sin prisa".
No por eso son menos importantes, pero ya sabemos que a las mujeres nos cuesta a veces salir de casa sin haber dado veinte mil vueltas antes. Bueno, ahora a los hombres también.

Quitando esas excepciones, sólo hay una situación en la que siempre llego tarde. Eventualmente hay citas a las que siempre quiero acudir pero nunca lo hago a tiempo.
A veces me paro a pensar en mi mala suerte; de toda una población tuve que ser yo quien tuviera el camino más lejano. A veces también me pregunto cómo sería de diferente mi vida si hubiera podido tener la suerte que tienen todos los demás. Seguramente muchas cosas serían distintas. Probablemente yo, no sería en nada igual.

A veces me paro a pensar en la cantidad de cosas que me pierdo, o las que dejo de vivir. Pienso en la soledad que no tiene ninguno de los demás. Pienso en el apoyo constante del que disponen y todo el que me falta a mí. Pienso en mi mala suerte, al fin y al cabo.
Vuelvo a pensar en cada una de esas personas y cómo sería de diferente su vida si fueran ellos a quien les hubiese tocado estar en mi situación. A veces pienso que me siento fuera de casa y de los míos estando en mi propia ciudad.

Por eso, hay citas a las que siempre llego tarde. Tanto, que directamente nunca llego a acudir. Y no es una cuestión de mala educación, no es una causa de poco interés o desprecio hacia quien siempre me espera. Son 600 km de distancia.
Y aquí, esos días, es cuando no puedo dejar de volver a pensar en mi mala suerte; completamente ajena a las preocupaciones de los demás. Completamente apartada y sin oportunidad. Completamente sola.

jueves, 1 de octubre de 2009

Oblasfoide

Oblasfoide. Una palabra que suena un poco mal, pero que recoge tanto poder y tanta magia. Oblasfoide. Una palabra que me inventé por casualidad y que hasta ahora me ha acompañado en malos y buenos momentos. Oblasfoide. Una palabra que todavía no tiene significado, pero que es ya muy importante en mi vocabulario. Oblasfoide.

Por eso, creo que ha llegado el momento de darle vida y sentido oficial. Creo que oblasfoide va a ser una sensación, un sentimiento. No se es oblasfoide u oblasfoida. Se siente uno oblasfoide.

Uno está oblasfoide en esos momentos en los que te pones a pensar, y como pensar demasiado es perjudicial, acabas llegando a conclusiones tristes y desmotivantes sobre la vida. Cuando crees haber elegido caminos incorrectos, personas incorrectas, desayunos incorrectos. Cuando te sientes tan vacío en tu interior por las circunstancias que te rodean que ni siquiera te salen palabras para expresar tu desilusión con la vida. Cuando ves que la mala suerte te acompaña y nada parece salirte bien o ayudarte un poco. En ese momento, limite entre el desánimo y la desesperación, tu boca solo es capaz de articular una palabra que expresa exactamente tu estado emoional: oblasfoide. Tan fea y tan vacía como tu propia vida.

Hay es donde radica su magia. Oblasfoide llega a ti en momentos tristes y apáticos. Te da el consuelo de expresar lo inexpresable. Y ahí es donde, con un toque sutil y fugaz, te recompensa. Después de invocar el poder oblasfoide, tarde o temprano si sabes buscar bien, te otorgará con una fantástica noticia. Le dará la vuelta a la tortilla y te devolverá tu felicidad. Hará que puedas hacer aquello que más necesitas para recuperarte. Oblasfoide te desoblasfoideará.

Ahora solo falta que la RAE lea esta entrada y decida hacerlo oficial.
Porque oblasfoide te mata, oblasfoide te da la vida.