miércoles, 14 de octubre de 2009

Historia de un viaje

Que me haya levantado de una manera especial igual explica mi inspiración pasional de hoy. Tenía un largo viaje por delante y sobre todo una obsesión: no irme, aunque yéndome lo antes posible para llegar pronto a casa.

Cuando la noche se te queda corta deberías plantearte empezar a vivir más del día. La luz deja de asustar cuando la miras directamente. A veces, incluso, no será capaz de aguantarte la mirada. Será entonces, sólo entonces, cuando todos los silencios que hayas destrozado habrán valido la pena.

Del desayuno y los momentos previos recuerdo poco, aunque a la vez todo. Cuando amaneces sin prisa por hacer algo suele pasar lo que le pasaría a cualquiera: que sales con tiempo de sobra aunque quizás ya demasiado tarde.

Soy una imprudente por contar mis intenciones, por desvelar el final y dejarme a mí misma sin interés. Soy una valiente pero una idiota. Por fin, alguna vez, tenía que no ganar.

Y evidentemente llegas tarde. Tanto, que no hay sitio para ti, al menos, para volver en ese momento. Maldices tu estupidez pero agradeces al tiempo que te dejen disfrutarlo un poco más.

Comenzarás a escribir mejor cuando dejes de pensar en qué poner.

Visito algo nuevo cargada de interés aunque abrumada por la situación. Ves algo que te podía sonar pero que no habías visto antes. Paseas con una maleta por la ciudad de las carpetas. Vuelves al punto de origen después de una hora cargada de intensidad. Ya está todo listo para irse.

Nunca pido permiso para enamorarme. Me da igual lo que pienses o que no me quieras corresponder. Tengo razones de sobra para ilusionarme con tu atención, tengo tiempo de sobra para vivir sin amor. No me importa que te agobies si te digo algo de más, prometo no mirarte mientras me puedas ver. Voy a ser quien está siempre pendiente de ti aunque tu tengas que preguntarte constantemente si es que ya se me ha pasado, si es que ya me he olvidado.

Antes de partir hay que comer. Bocata y caña. Nos gusta lo de ir de cañas. Tenemos que irnos más.

Tengo en la memoria estructura de los labios incorrectos.

Subir a un autocar es como salir de fiesta con mi amigo el Maru. Sabes cuando empiezas pero no cuando ni como vas a acabar.

¿Cómo sé que es ya el tiempo ideal dejado para volver a decirte algo? ¿Llevas tú la cuenta o seré la única?

Lo malo de compartir existencia con personas que no conoces de nada durante un corto espacio de tiempo (si lo miramos desde un punto de vista de la vida) o un tiempo interminable (si lo miramos desde lo que puede durar un día) es que comen haciendo ruido y les huelen los pies. No siempre tiene que ser así, pero la mayoría de veces sí. Y más, sobre todo, si compartes siempre la parte de atrás.

¿Cómo sé que el tiempo ideal dejado no es ya demasiado?

Los descansos son absurdos cuando uno no está cansado. Sentarte a esperar poder volver a sentarte no tiene mucho sentido. Al menos por un momento has podido sentir el frío.

Escribo cosas personales que escondo a los de mi alrededor para que no las puedan ver, sabiendo que ni ahora, ni aunque me conocieran, no iban a interesarle a nadie.

Le das tantas vueltas a las cosas que necesitas algún sitio donde volcarlas. Te acuerdas de tu blog pero no tienes nada a mano donde poder recitar. La música que te acompaña te incita a soñar.

Las grandes historias se escriben en los peores sitios.

Cuando no tienes papel buenas son las manos. Cuando necesitas las manos, bien están los billetes usados por la mitad, o los que ni siquiera salieron de la estación, para recoger ideas, y en el caos de la situación, pasear neuronas.

Curiosa interpretación la nuestra. Tú piensas en el por qué no te dije, yo pienso en por qué te tuve que decir...

Cuando llegas sientes haber perdido una vida en aquel transporte aunque acabes de conseguir una nueva en el mundo que te has encontrado a tu alrededor. Por suerte, como toda historia de viaje feliz, acabas en casa pensando en cuándo viajar de nuevo.

Fallo mío cuando quise entender lo que decías mientras pensaba ya en lo siguiente que te iba a decir. Fallo tuyo explicarme lo que no quería escuchar. Fallo del Sol que nos quitó la noche cuando la habíamos hecho nuestra.

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