Atravesar, como agujas en algodón, uno a uno los centímetros que conforman la superficie de tu piel, con las ganas de hacerlo. Oler la distancia que nos separa o ver el tiempo que aún nos queda. Sentir que regresas aunque no te hayas ido.
Puedo frustarme por no tener nada que decir, nada que aportar, nada que ser. O puedo tener una nueva oportunidad de instalar sistema operativo, aprender, desarrollar, madurar.
Puedo seguir escribiendo para mí y seguir aburriéndome a mí misma. O puedo escribirte a ti. O a ellos.
Las cosas bien hechas al final siempre tienen recompensa. Y hacerlas o no hacerlas bien, depende ti. Tú dependes de ti. Tú que te quitas los límites, también te los puedes poner.
Falta humildad, falta confianza. Sobra compasión. Al fin y al cabo, ¿a quién tienes que convencer de nada?
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