Sí, lo sé, hay veces que sin necesidad de cerrar el blog estoy más tiempo sin escribir en él. Pero qué le voy a hacer, para mí y mi paz interior ha sido completamente necesario y, bueno, que al fin y al cabo es lo que tiene la palabra temporal, que dura un tiempo indefinido (bueno, temporal no implica indefinido, pero ya me entendéis).
El motivo por el cual decidí parar era única y exclusivamente para evitar la tentación de escribir cosas innecesarias, injustas o demasiado explosivas. Por eso más vale tomarse un tiempo para recapacitar que no perderlo en excusas evitables.
Sea lo que sea, no tiene mucho sentido que lo pague con el blog y acuse a la gente por ello. Al fin y al cabo, entran porque quieren, y yo no les obligo. Tampoco se lo agradezco nunca. Aunque debería. Alimentan mi vanidad y mis malos haceres. Aunque no me lo digan, la cago como la que más, y aunque piensen lo contrario, nada de lo que escribo sirve para nada. Pero si algo puedo decir desde lo más sincero del fondo del pozo que es mi sensibilidad y mi tacto afectivo para con los demás, es que: nunca me cansaré de que alguien se moleste en leerme. A fin de cuentas soy como los monstruos publicitarios en ese capítulo de los Simpson, que existen mientras alguien les presta atención. Pues algo así, digamos.
Por eso, y porque después de una pequeña decepción no está de más analizar las causas. Ah bueno, que no lo había dicho, cerré por una decepción. Pues ya lo sabéis. La decepción cuando te toca te la llevas aunque no la hayas pedido y cuando recibes lo sembrado ves tanto lo que ni siquiera necesitas aclarar como lo que nunca podrás perdonar. Pero supongo que lo importante de todo es planteártelo contigo misma y saber por qué ha pasado: y entonces verás que las causas de una traición no tienen porque ser tanto causas, si no más bien consecuencias.
Dijo un erudito en fisioterapia hace muchos años, mientras intentaba explicar la biomecánica funcional de una articulación, que con el tiempo "cada persona tiene la artrosis que se merece". Yo, que estoy en época de exámenes y cualquier conocimiento lo aplico a cualquier cosa que me interese, no sólo estoy de acuerdo con el maestro Sohier sino que además estoy segura de ganarme todo lo que me pasa. Igual que no tiene sentido enfadarme con los lectores por lo que YO escribo, no tiene sentido sentirse decepcionado cuando probablemente la culpa es mía por haber confiado antes en no llegar a estarlo. Es igual, biomecánicas de la vida aparte, supongo que resulta mucho más sencillo tirar de muestras y autoflagelarse por errores ancestrales. Y porque a veces es más fácil intentar perdonarse a uno mismo con buenos actos, que intentarlo con quien ya no tiene más excusas.
Y que nadie se extrañe: soy lenta en reacciones pero acaparadora de sensaciones; nunca olvido lo que vivo por el mismo motivo que no suelo recordar aquello que me apena. Y si después de todo, a alguien le queda alguna duda sobre algo, que sepa que puede hablar conmigo. Ha quedado claro que vosotros sois buenos escuchando, y yo me paso el día explicando. Que nos entendamos ya es otra cosa, pero por si no se ha entendido todavía, busco mi rendición y me autoindulto. Hace ya tiempo que decidí dejar de odiar y perdoné a la vida y me perdoné a mí misma. Así que ya no estoy para según que trotes para con los demás.
Por último, como tema realmente importante de hoy, quería hablaros sobre cocina. Todo el que me conoce sabe que soy un desastre y no sé hacer ni un huevo frito sin que se me caigan cachos de cáscara en el aceite y luego te los encuentres rebozados entre la clara y el pan. Y ésto es algo que viene desde siempre. Patula recordará que nada más conocernos, cuando aún éramos jóvenes e inocentes, una de las primeras cosas que compartimos fueron unos frankfurt y unas hamburguesas quemadas. Un desastre. Y yo que, como había poca confianza, intentaba evitar que se lo comiera por compromiso y ella que hambrienta se lo quería comer a toda costa. Un desastre desastre, lo que digo.
Desde entonces la cosa no ha ido mucho a mejor. El arroz siempre me queda soso y las pizzas crudas. De hecho soy torpe hasta para pelar plátanos.
Pues bien, ahí estaba yo esta noche quemando las patatas barbacoa que pensaba cenar cuando he pensado en algo: que yo sea un desastre cocinando igual no es la causa de que las comidas que preparo no estén buenas. Sí, lo estáis pensando, va a ser la consecuencia. Es decir, la cena sale mal, ¿consecuencia? Me vuelvo una mala cocinera. ¿Solución? Más de lo mismo, autoflagelación e indulto instantáneo. Sabiendo las auténticas causas que hacen que tu comida no sepa bien, la próxima vez simplemente tienes que intentar hacerlo mejor.
Al final, no quería decirlo, pues he tenido que tirar la mitad de las patatas porque estaban más negras que la sartén. Pero me he hecho una tortilla francesa rellena de atún que ni os la creéis. Esta vez sí, todos los ingredientes exactos y el punto de todo. Riquísima.
Tanto, que creo que no volveré nunca a preparar otra para no ensuciar jamás la que desde hoy ya es "la leyenda de la tortilla francesa rellena de atún". Y no hagáis bromas fáciles. Por lo del atún, y eso.
Nos vemos reflejados en los (¿reflejos?) espejos. Saludos familia. Y salud.
El motivo por el cual decidí parar era única y exclusivamente para evitar la tentación de escribir cosas innecesarias, injustas o demasiado explosivas. Por eso más vale tomarse un tiempo para recapacitar que no perderlo en excusas evitables.
Sea lo que sea, no tiene mucho sentido que lo pague con el blog y acuse a la gente por ello. Al fin y al cabo, entran porque quieren, y yo no les obligo. Tampoco se lo agradezco nunca. Aunque debería. Alimentan mi vanidad y mis malos haceres. Aunque no me lo digan, la cago como la que más, y aunque piensen lo contrario, nada de lo que escribo sirve para nada. Pero si algo puedo decir desde lo más sincero del fondo del pozo que es mi sensibilidad y mi tacto afectivo para con los demás, es que: nunca me cansaré de que alguien se moleste en leerme. A fin de cuentas soy como los monstruos publicitarios en ese capítulo de los Simpson, que existen mientras alguien les presta atención. Pues algo así, digamos.
Por eso, y porque después de una pequeña decepción no está de más analizar las causas. Ah bueno, que no lo había dicho, cerré por una decepción. Pues ya lo sabéis. La decepción cuando te toca te la llevas aunque no la hayas pedido y cuando recibes lo sembrado ves tanto lo que ni siquiera necesitas aclarar como lo que nunca podrás perdonar. Pero supongo que lo importante de todo es planteártelo contigo misma y saber por qué ha pasado: y entonces verás que las causas de una traición no tienen porque ser tanto causas, si no más bien consecuencias.
Dijo un erudito en fisioterapia hace muchos años, mientras intentaba explicar la biomecánica funcional de una articulación, que con el tiempo "cada persona tiene la artrosis que se merece". Yo, que estoy en época de exámenes y cualquier conocimiento lo aplico a cualquier cosa que me interese, no sólo estoy de acuerdo con el maestro Sohier sino que además estoy segura de ganarme todo lo que me pasa. Igual que no tiene sentido enfadarme con los lectores por lo que YO escribo, no tiene sentido sentirse decepcionado cuando probablemente la culpa es mía por haber confiado antes en no llegar a estarlo. Es igual, biomecánicas de la vida aparte, supongo que resulta mucho más sencillo tirar de muestras y autoflagelarse por errores ancestrales. Y porque a veces es más fácil intentar perdonarse a uno mismo con buenos actos, que intentarlo con quien ya no tiene más excusas.
Y que nadie se extrañe: soy lenta en reacciones pero acaparadora de sensaciones; nunca olvido lo que vivo por el mismo motivo que no suelo recordar aquello que me apena. Y si después de todo, a alguien le queda alguna duda sobre algo, que sepa que puede hablar conmigo. Ha quedado claro que vosotros sois buenos escuchando, y yo me paso el día explicando. Que nos entendamos ya es otra cosa, pero por si no se ha entendido todavía, busco mi rendición y me autoindulto. Hace ya tiempo que decidí dejar de odiar y perdoné a la vida y me perdoné a mí misma. Así que ya no estoy para según que trotes para con los demás.
Por último, como tema realmente importante de hoy, quería hablaros sobre cocina. Todo el que me conoce sabe que soy un desastre y no sé hacer ni un huevo frito sin que se me caigan cachos de cáscara en el aceite y luego te los encuentres rebozados entre la clara y el pan. Y ésto es algo que viene desde siempre. Patula recordará que nada más conocernos, cuando aún éramos jóvenes e inocentes, una de las primeras cosas que compartimos fueron unos frankfurt y unas hamburguesas quemadas. Un desastre. Y yo que, como había poca confianza, intentaba evitar que se lo comiera por compromiso y ella que hambrienta se lo quería comer a toda costa. Un desastre desastre, lo que digo.
Desde entonces la cosa no ha ido mucho a mejor. El arroz siempre me queda soso y las pizzas crudas. De hecho soy torpe hasta para pelar plátanos.
Pues bien, ahí estaba yo esta noche quemando las patatas barbacoa que pensaba cenar cuando he pensado en algo: que yo sea un desastre cocinando igual no es la causa de que las comidas que preparo no estén buenas. Sí, lo estáis pensando, va a ser la consecuencia. Es decir, la cena sale mal, ¿consecuencia? Me vuelvo una mala cocinera. ¿Solución? Más de lo mismo, autoflagelación e indulto instantáneo. Sabiendo las auténticas causas que hacen que tu comida no sepa bien, la próxima vez simplemente tienes que intentar hacerlo mejor.
Al final, no quería decirlo, pues he tenido que tirar la mitad de las patatas porque estaban más negras que la sartén. Pero me he hecho una tortilla francesa rellena de atún que ni os la creéis. Esta vez sí, todos los ingredientes exactos y el punto de todo. Riquísima.
Tanto, que creo que no volveré nunca a preparar otra para no ensuciar jamás la que desde hoy ya es "la leyenda de la tortilla francesa rellena de atún". Y no hagáis bromas fáciles. Por lo del atún, y eso.
Nos vemos reflejados en los (¿reflejos?) espejos. Saludos familia. Y salud.
4 comentarios:
Lo malo de hacer parones y tal es que cuando te da por volver a escribir, pones unas parrafadas que cuando terminas de leerlas no te acuerdas como empezaban. De todas formas el mensaje ha quedado claro.
Felicidades por la tortilla. =D
Gracias, por las felicitaciones y por comentar. Y por leerme, claro.
Si es que a veces lo pienso y debería pagaros algo por haceros leer estos rollos... invitar a unas copas aunque sea... no sé. Aunque visto de otra manera, sería como comprar vuestra fidelidad.
Venga, vamos a dejarlo en que intentaré ser menos extensa, aunque no prometo nada jajaja
Gracias, por las felicitaciones y por comentar. Y por leerme, claro.
Si es que a veces lo pienso y debería pagaros algo por haceros leer estos rollos... invitar a unas copas aunque sea... no sé. Aunque visto de otra manera, sería como comprar vuestra fidelidad.
Venga, vamos a dejarlo en que intentaré ser menos extensa, aunque no prometo nada jajaja
Gracias por repetir comentarios y gracias por repetir comentarios querida Jade. Hola hola bienvenidos a la fiesta fiesta.
Que sepas que nunca olvidaré las hamburguesas quemadas ^^, yo no te flagelé por ser una mala cocinera (aunque yo diría inexperta antes que mala), no te autoflageles tu por unas bravas quemadas (ya que queda clarísimo que es el tema principal del post).
Como bien dices la cosa es cuestión de consecuencia y no de causa, y ahí es cuando aparece la tortilla de atún, así que una vez demostrado que no eres una mala cocinera para la próxima te curres una cena de 5 tenedores (que estoy pobre y en mi casa no me dan de comer). De todas formas seguiré sin olvidar las hamburguesas quemadas xD
Hacía mil siglos que no te comentaba, así que nada, hasta dentro de mil siglos más, jajaja.
Saludetes
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