miércoles, 2 de diciembre de 2009

Mismas caras, diferente gente

¿Cuántas veces habéis tenido esa sensación de conocer realmente a alguien después de muchos años compartiendo vidas y momentos? Años que te parecen minutos o personas que te preguntas dónde podían haber estado para que no las vieras así antes.

Esto es lo que ocurre en el país de nunca jamás. O en el ciego de tu vida. Esto es lo que ocurre allí donde todo lo que hay es fugaz y borroso y nada de lo que vives es real. No es real hasta que lo es. No lo es, hasta que un día tomas conciencia de las cosas.

Cinco minutos es lo que me dijeron que hacía falta para llegar a la conclusión de que no merezco que nadie gaste ni uno más en mí. Cinco estúpidos pero eternos minutos. ¿Cuánta gente más habrá tenido la sensación de conocerme realmente después de muchos años desde que nuestras vidas se cruzaran? ¿Cuánta gente no volvió después de los cinco minutos, y cuántos no lo harán nunca más?

Lo bueno que tiene el país del ciego eterno es que por muchas veces que vayas nunca vas a dejar de sorprenderte o de conocer a alguien nuevo. Y es curioso porque siempre son las mismas caras, pero cada vez la gente es diferente.

Por eso ahora he cogido una nueva costumbre. En vez de cinco minutos, ahora siempre pido diez. Puede salirme bien, o puedo equivocarme el doble. Puedo aburrirme más, o puedo perder la mitad de tiempo.

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