Después de toda interminable espera siempre llega el momento en que dejas de esperar, por muy interminable que sea. O eso debieron pensar las Madres de la Plaza de Mayo antes de salir a pasear cada jueves durante aquellos años. Ya se ha convertido en un acontecimiento histórico tan señalado, admirado, defendido, cargado de estoicismo, de esos que gusta recordar más por el sufrimiento de la lucha y la libertad negada que no por otra cosa. Y es que seguro que si a día de hoy aparecieran los hijos de las madres a más de uno le daría hasta rabia. Años y años reclamándolos al gobierno, intentando destapar el engaño de la dictadura argentina que alguna que otra madre se quedaría con cara de lela pensando:
-Vale, tengo a mi niño de vuelta, han reconocido su culpa... y ahora ¿qué hago?
Porque cuando entras en la rutina de algo, por muy desagradable o duro que pueda ser, luego dejarla siempre es un poco difícil. O si no mira a toda esa gente que se pone a trabajar y luego no saben ni tomarse vacaciones. 50 semanas al año currando para luego pasar las otras dos en Matalascañas, La Manga o Peñíscola. Y oye, todos mis respetos para estos pueblos, pero vamos yo ya que estoy puesta casi prefiero seguir trabajando. La rutina al menos no quema la piel (ni otras cosas).
Pues bien, ¿la causa de mi rutina? Estos numeritos que salen al lado. Aunque más que la causa serían la consecuencia. Ahora me río yo de todos los estresados que me dicen: - Joder tía, ¡qué exagerada eres! Tampoco se pasa tan mal en época de exámenes, sólo tienes que organizarte, como yo que tengo 4 en 3 semanas y los llevo de puta madre. Claro no te jode, así se organiza hasta un pez con memoria de tres segundos. Vamos, es que lo difícil sería desorganizarse.
Aunque tampoco hay que menospreciar la lucha de ningún estudiante serio ya que para nadie es fácil sacarse una carrera sean cuales sean las condiciones. Pero de todo hay que quejarse de vez en cuando porque si no la vida sería un aburrimiento. Pero bueno tampoco quiero engañar a nadie que en estos temas ya se sabe, mucho esfuerzo y mucho rollo pero, al fin y al cabo, el que sabe, sabe, y el que no a letras.
Pero volviendo al tema de la rutina, es muy curioso lo que me pasó ayer. Llegué a casa sofocada por el habitual estrés de estos días y no tenía nada qué hacer. Los tochitos de apuntes ya estaban todos leídos, no había nada que repasar. Intenté recordar cómo era yo y qué hacía antes de que todo empezara. No podía. Creo que tengo un lapsus mental de lo que ha sido mi vida desde aquel fatídico 27 de Mayo hasta ayer. Quizá soy un mes más sabia, pero también más vieja. Y la verdad, tampoco me siento mucho más sobrada en conocimientos que antes. Los numeritos negros al menos me dicen que no todo sufrimiento ha sido en valde. Los rojos... los rojos más bien responden a mi pregunta: Y ahora, ¿qué hago? Pues de nuevo a esperar. Esperar a Septiembre y a que vuelva la rutina. A esperar como esperan en la Plaza de Mayo. Creo que en el fondo nos gusta. Esperar.
Eso sí, de mientras, el show debe continuar. Creo que hay gente que ya se ha olvidado hasta de que existo. Seguro que cuando me reencuentre con algunos de mis amigos igual ya se han hasta casado o tienen hijos. Me pregunto si ya debe haber gente en las playas. Si en los cines todavía se proyectan películas. Si todavía se lleva eso de salir a bares y discotecas por las noches. Si Fernando Alonso habrá ganado algo en todo este tiempo. Es tan grande el mundo y nosotros tan pequeños. Aishh... si es que no somos nada. Mejor voy a ponerme al día.
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