Y lo encontré. Y de hecho, sí puedo caminar. Pero con lo que llovía podía haberme caído y haberme roto algo.
Las tentaciones son humanas y ceder a ellas es muy trascendente. Tanto, que igual una vez entras luego ya no puedes salir de ellas.
Es curioso como puede cambiar tu vida cuando te propones que lo haga. Cuando quieres realmente algo, algo que igual has querido siempre, pero que ya habías asumido que nunca serías capaz de hacer.
Aquel día tuve la tentación de correr porque creía que eso solucionaría mis problemas. ¿Y sabes qué? Lo hizo en gran parte. Ahora siempre que tengo algo angustiándome me calzo las deportivas. Aunque como supongo que os imagináis, esto simplemente es una metáfora. Que ya no estamos para según que trotes...
Mañana igual tengo la tentación de dejarlo todo y dedicarme a otra cosa. O igual me da por buscar una pista de tenis. O un club de amigos del ajedrez. Mañana igual me da por quedarme en la cama sin moverme hasta que mis problemas hayan vuelto. Qué más da, y qué fácil es hablar ahora que te crees capaz de ganarte a la luna con dos copas y cuatro palabras. Algún día bajaré de mi nube, pero de mientras, seguiré impartiendo clases.
Ahora que ya sé donde está el campo de fútbol sala sólo me queda una pregunta, ¿jugamos?
martes, 19 de enero de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
3 comentarios:
arriba o abajo... =P
mmm digamos que siempre es más divertido atacar jajaja
pues juguemos... ^^
Publicar un comentario